jueves, 27 de noviembre de 2014

Cuando las mujeres anglicanas se adelantaron a la ONU.

¿Ha llamado este título su atención? Si es así, ha sido usted presa del poder del lenguaje. He de confesarlo, me he apropiado de una anécdota sin importancia para hacerle leer esta entrada. Si quiere descubrir a qué me refiero, le invito a leer este artículo de El País. Si le da demasiada pereza, le cuento la idea, pero se queda sin la explicación del título: a la ONU se le ha dado por pensar en el fin del mundo. Y no sólo eso, está intentando crear un protocolo para  informarnos de ese hipotético final, en caso de que considerara que se aproxima. Suena a ciencia ficción, pero científicos de todo el mundo están deseando que ese protocolo se diseñe lo antes posible.
En el caso de que un asteroide se dirigiera hacia la Tierra, ¿cómo deberían las autoridades cominicárselo a la población? ¿Tendría que ser un anuncio mundial o adaptado a cada región, teniendo en cuenta su cultura, religión...?
Que se trate de elaborar un prototipo de comunicado para estas situaciones pone de relieve la gran importancia del lenguaje, no sólo como medio para expresarnos y comunicarnos, sino como vehículo de matices. Las palabras que empleamos no son neutras y tienen mucha carga significativa más allá de la realidad que quieren transmitir.
Nuestro empleo del lenguaje, el escoger unas palabras en lugar de otras, construye nuestros discursos y hace que los demás perciban nuestras ideas de un modo determinado. Si ya en el día a día la elección de nuestro vocabulario es importante, tanto más en una situación que puede desatar la histeria y el terror colectivo. Cuando se trata de comunicar realidades desagradables que afectan directamente a las emociones de las personas hay que ser excesivamente cuidadosos.¿Sería adecuado emplear tecnicismos o quizás eufemismos? ¿O tal vez apelar a la religión o al pragmatismo?
Saco este tema para que reflexionemos sobre la importancia del lenguaje ahora que mis compañeros de primero están analizando el papel del lenguaje en El milagro de Anna Sullivan.

Ana Santorum, 2ºBI

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