Suele decirse que
los seres humanos somos el conjunto de nuestras experiencias, que
estas nos moldean y nos convierten en los que somos. Una declaración
muy controvertida y que supone un interesantísimo campo de
discusión. Sin embargo, el propósito de esta entrada no es tanto
tratar esta afirmación como reflexionar sobre cuál es el papel del
lenguaje a la ahora de interpretar una experiencia ¿Podemos separar
nuestras experiencias del mundo del lenguaje que empleamos? ¿Es
posible pensar sin lenguaje?
La respuesta es no.
Los bebés lloran, ríen, patalean... asocian comportamientos con sus
actos de manera difusa aún cuando no conocen el lenguaje y apenas
tienen unos meses de vida. Sin embargo, no son conscientes de que el
mundo se compone de “algos” hasta que son capaces de nombrarlos,
de designarlos, de emplear el lenguaje para comunicarse con los
demás.
La experiencia de
Helen Keller mostrada en El milagro de Anna Sullivan es el perfecto
ejemplo de ello: ciega y sordomuda, crece en una vorágine de deseos,
emociones y caprichos descontrolados, no es consciente de que todo lo
que toca o experimenta tiene un nombre y que es ese nombre lo que le
aporta significado. Antes de la llegada de Anna Sullivan, Helen
pensaba y razonaba, poseía un lenguaje “interior”, entendía lo
que sucedía a su alrededor pero no era capaz de hacérselo saber a
los demás, así que estos la trataban como a una mascota, como un
animal
Con el lenguaje
podemos comunicarnos, expresar una gran cantidad de ideas y
pensamientos que el rudimentario y primario lenguaje de Helen no
podía abarcar. A través del lenguaje podemos “intercambiar”,
acceder a nuevas visiones e interpretaciones del mundo que influyen
profundamente en nosotros, nos marcan y nos moldean convirtiéndonos
en lo que somos.
Decía Aristóteles
que el ser humano es un ser social, dado que necesitamos de los demás
para poder existir, que los demás nos reconozcan como humanos. Pero
para que esto pueda tener lugar necesitamos del lenguaje, que actúa
como intermediador en todas nuestras relaciones sociales. Nos permite
ampliar nuestros campos de expresión, pero a la vez nos limita, nos
confunde, nos lleva a ambigüedades y equívocos: muchas guerras han
tenido lugar debido a la palabra y como han sido interpretadas.
Para finalizar os
dejo las siguientes palabras Helen Keller: “Cuando aprendí el
significado del “yo” y el “mi” me enteré de que yo era
“algo” y comencé a pensar. El hombre se busca y estudia a sí
mismo, y a su debido tiempo encuentra su grado de extensión y el
verdadero significado para sí del universo”. El pensamiento
sin lenguaje es imposible, mas el lenguaje sin el pensamiento es
inútil.
Raquel Fernández Vieitez 1ºBI
No hay comentarios:
Publicar un comentario