viernes, 2 de octubre de 2015

De nacionalidades y derechos


El Congreso aprueba hoy la ley de nacionalidad para los sefardíes. La ley concede la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados en el siglo XV. 

Parece ser que cuando Colón salió del puerto de Palos, miles de familias españolas de origen judío  fueron expulsadas de sus casas y del país en el que habían vivido desde hace más de mil años. Fue la intolerancia excluyente identitaria de carácter religioso, el motivo de su destierro. Muchos como la familia del filósofo Bento Spinoza, encontraron refugio en los Países Bajos, otros se desplazaron a la región de los Balcanes. Sefarad significa España en hebreo, desde entonces hasta ahora siguieron manteniendo una vinculación con su país de origen, manteniendo su idioma judeoespañol: el ladino. Los sefardíes, son nuestros compatriotas, siglos más tarde, la ley y la justicia vienen a restablecer sus derechos como españoles.

 ¿Desde cuándo prescriben los derechos fundamentales?, y ¿cuánto tendremos que esperar para que los saharauis vean restituidos sus derechos también?


Saharauis y sefardíes
El último Consejo de Ministros aprobó la concesión de forma automática de la nacionalidad española a los descendientes de los judíos sefardíes expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Con esta medida se pretende reparar un agravio histórico, basándose en la existencia de vínculos culturales, lingüísticos y hasta sentimentales entre la comunidad sefardí y España
No podemos dejar de acordarnos de “otros” españoles que también fueron expulsados de su territorio y abandonados a su suerte hace ahora casi 40 años. Me refiero, claro está, a los saharauis, habitantes del antiguo Sáhara español.
No podemos tampoco olvidar que los saharauis llegaron a ser, por obra y gracia de la política colonial del franquismo, habitantes de la provincia española número 53. No conservan la llave de la casa de Toledo porque nunca la tuvieron, pero muchos guardan celosamente sus carnés de identidad españoles, hablan español y lo enseñan en sus escuelas. Existe un paralelismo demasiado obvio entre sefardíes y saharauis, aunque el tratamiento en uno y otro caso es muy distinto: es fácil constatar en los medios las numerosas dificultades de estos últimos para conseguir la nacionalidad española.
Sin entrar en consideraciones jurídicas, parecen existir motivos más que suficientes para equiparar a saharauis y sefardíes y reparar también en la medida de lo posible esa otra injusticia histórica.
Aunque tal vez resultaría impactante ver a muchos miles de “españoles” viviendo como refugiados en un campamento argelino o sometidos a la ocupación marroquí de su territorio.
 Francisco Fernández Santamaría.

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