Durante la segunda mitad
del siglo XX, en Sudáfrica, existió un sistema de separación
racial donde el poder era exclusivo de aquellos pertenecientes a la
raza blanca. El objetivo de esta separación era que el poder
permaneciera siempre en aquellos individuos de raza blanca. Se
crearon espacios separados para los distintos grupos raciales, tanto
de ocio, como de trabajo, de estudio, de transporte... y también se
prohibió las relaciones entre individuos blancos y negros. Esto era
conocido como el Apartheid.
El Apartheid era un
sistema legal en ese territorio, es decir, había sido aprobado con
anterioridad por el Parlamento de ese Estado y promulgado como una
norma legal, donde una minoría(blancos) tenía todos los derechos y
privilegios , frente a una mayoría de la población(negros) cuyos
derechos eran de inferior calidad, por ejemplo, la asistencia
sanitaria de la que gozaban los blancos era de una calidad
infinitamente mejor a la de los negros, siendo la primera equiparable
a la de cualquier país desarrollado.
Este sistema de gobierno
era legal, sin embargo carecía de legítimidad, ya que en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos se recoge en el
Artículo 2.1:
"Toda persona tiene
todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo..."
Se podría pensar que el
modo de actuar de este Estado, estando este sujeto a la ley que se
encuentra en vigor, podría ser legítimo, pero este ordenamiento
vulnera los principios éticos de la justicia y va en contra de uno
de los derechos fundamentales que no pueden ser violados aunque un
grupo decida lo contrario.
En el caso del Apartheid
fué necesario casi medio siglo para que este sistema fuese abolido.
Fué necesaria una presión externa por parte de las organizaciones
internacionales y de las grandes potencias, aplicando sanciones
económicas y ejerciendo presión, para lograr la igualdad entre los
distintos grupos raciales. La lucha interna llevada a cabo fué muy
importante, sin embargo, no fué suficiente.
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