lunes, 26 de febrero de 2018

¿Y si pensar por uno mismo no fuera políticamente correcto?


Tras la entrada en el blog de nuestra compañera Andrea, “lo políticamente correcto” y tras haberlo comentado en el aula, considero de deberíamos ahondar en el concepto de lo políticamente correcto, un concepto que se refiere a la expresión de ideas y opiniones de forma que se minimice la posibilidad de ofender a colectivos de una determinada etnia, religión cultura, nacionalidad, género, etc. Pero, realmente ¿qué acciones u opiniones se consideran políticamente correctas y cuáles no?, ¿cuáles son los criterios para determinarlo y, sobre todo, quién los impone?, ¿es la sociedad o nosotros mismos?, ¿quién establece los límites?.

Aunque en un principio un comportamiento políticamente correcto pueda parecernos algo objetivamente bueno y que evita conflictos, considero que un abuso de éste puede llegar a ser contraproducente y limitarnos. Limitarnos de manera que siempre debamos pensar como el resto, como la sociedad elige, sin poder salir nunca aquella minoría de edad que definía Kant, para lo cual es fundamental esta libertad.
Elaborar a ciudadanos como robots, que estén conformes con todo, que miren hacia otro lado y acepten todo tal cual, sin pensarlo. Esta conformidad con lo establecido no es la tolerancia que buscamos. Esta es aquella en la que respetemos las ideas de los demás pero también creemos las nuestras propias. Muchas veces, por el miedo a que los otros consideren que no somos políticamente correctos diciendo tal cosa, no lo hacemos.
Relacionándolo con nuestra relación con otras personas, creo que es muy representativo un capítulo de la serie, ya otras veces comentada, Black Mirror. Me refiero a uno de los episodios más conocidos (capitulo 1, temporada 3, Caída en picado),que trata de una sociedad en la que la popularidad se basa en la puntuación que te ponen las personas con las que te relacionas en el día a día. Para conseguir esta buena puntuación, todas la conversaciones y acciones con la gente debían de ser agradables, sin discusiones, “políticamente correctas”. El problema surge cuando la protagonista deja de comportarse así y, como consecuencia, acaba en una situación socialmente horrible, marginada, excluida.
En este capítulo se lleva la situación a la exageración, pero creo que en la realidad estamos ya cerca de esta sociedad, que, personalmente, considero estancada y sin capacidad de progreso.

Desde mi punto de vista, cada vez nos estamos centrando más en ser políticamente correctos, y esta tendencia no deja de crecer ya que , además, vivimos en una sociedad en la que cada vez nos ofendemos más fácilmente. Donde cada comentario es analizado al completo y parece siempre acabar ofendiendo a alguien. Creo que deberíamos ponernos un límite a nosotros mismos, evitando que la necesidad de  ser “políticamente correctos” llegue a asfixiarnos y a bloquear nuestro desarrollo.

Si de verdad estamos en una sociedad en la que pensar, opinar, debatir y compartir  ideas no es políticamente correcto, ¿queremos esta sociedad?, ¿queremos ser políticamente correctos?, ¿es algo que nos lleva a una mejor sociedad y a unas mejores relaciones entre nosotros, o solo nos limita y artificializa todos nuestros comportamientos?
Pensar libremente y expresar tus opiniones es la base de una buena sociedad, ¿qué pasaría si esto no fuese políticamente correcto?





LAURA R. PÉREZ PÉREZ,  1ºBACH A

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