lunes, 19 de marzo de 2018

El peligro de las influencias

El otro día, navegando por Instagram, vi una foto de la conocida diseñadora de moda Victoria Beckham. Era una foto de una de sus modelos, exhibiendo uno de los vestidos de su nueva colección.
Así, como lo cuento ahora, no parece nada fuera de lo normal. Y, sin embargo, pocas fotos me han ensombrecido como aquella.

El problema eran las medidas de la modelo, delgada hasta hacer dudar al expectador de su estado de salud. Un vientre que se podría abrazar con un único brazo, unas piernas de alambre que daban la impresión de poder romperse si se cargaba a la modelo con alguna carga pesada.

¿Y por qué iba a importar? ¿No puede Victoria Beckham escoger a las modelos que ella quiera para hacer los posados de sus vestidos?

Pues importa. Por supuesto que importa. Importa porque esta diseñadora en cuestión cuenta con 19'3 millones de seguidores en Instagram. Importa porque esa foto llegará a cientos o a miles de niñas (o niños) que esta misma tarde, después de comer, se encerrarán en el baño y, arrodilladas frente al inodoro, se meterán los dedos en la garganta hasta provocarse el vómito y saldrán del baño sintiéndose bien porque eso es lo que deben hacer si quieren ser guapas y gustar a la gente. Eso es lo que deben hacer si quieren cumplir las expectativas.

Por eso importa, porque la gente cree en las expectativas que este tipo de imágenes crean. Poco a poco, a base de este tipo de modelos a seguir y metas a alcanzar, dejan de sentirse cómodos en sus propias pieles.

Siendo honestos, ¿suena esto deseable? ¿Suena apetecible el hecho de pasar los días deseando ser de otra forma, no encontrando jamás ese estado de perfección que nos han convencido de que ansiamos y necesitamos?
Imagino que no.
Y, partiendo de esa base, ¿por qué escogemos esas imágenes para representar lo que es bueno para nosotros, a lo que debemos llegar? ¿Disfrutamos con tal flagelación?

¿Quién escoge qué personas y qué contenido influencia nuestros deseos?

Pero, más inquietante aún, ¿tenemos el control? ¿Se nos ha ido de las manos? ¿Nos hemos condenado a nosotros mismos a una eternidad bajo el yugo de las expectativas y las influencias? ¿Hemos escogido resignarnos a vivir en una era en la que no ser de la mayoría es no ser nadie?

Daniel Couso, 1º B


No hay comentarios:

Publicar un comentario