Todos los días nos encontramos con la necesidad, y en
algunos casos, con la obligación de tomar decisiones donde tenemos que elegir
entre dos o más alternativas diferentes.
Incluso, en algunos casos nos
podemos sentir agobiados, no por la falta de libertad, si no que por la
cantidad de opciones que tenemos, por lo que podríamos hablar de un cierto
“miedo a la libertad”.
¿Cómo tomamos nuestras decisiones? Este proceso se podría
resumir en lo siguiente: ante un problema, identificamos una serie de
alternativas posibles y a continuación valoramos las consecuencias y resultados
que conlleve cada una, escogiendo finalmente la que más nos favorezca. Pero en
la realidad, no es tan fácil como parece: lógicamente existen decisiones más
relevantes y complejas que otras, pero en todas influyen una serie de
“factores”.
Por ejemplo, uno de esos factores podría ser el miedo, no
sólo por no tomar la decisión adecuada, sino que por lo que puedan pensar los
demás sobre nosotros. Esto nos lleva a pensar sobre la increíble influencia que
hace la sociedad sobre la toma de
nuestras decisiones, la mayoría de veces causada por el miedo al “qué dirán”.
De hecho, seguramente muchos de nosotros
hemos elegido alguna vez una opción porque la gente que nos rodea la ha elegido
de manera mayoritaria, y no porque nosotros pensemos que es la correcta.
El miedo no deja de ser un sentimiento. Pensamos que estamos
tomando decisiones por nuestra propia
cuenta, pero en realidad somos impulsados a actuar por estos sentimientos
negativos presentes en nuestro
inconsciente, que son capaces de modelar la forma que tenemos de comportarnos.
Por ejemplo, en una relación de pareja en el que haya problemas y conflictos de
una forma continuada, lo más razonable sería romperla. Este ejemplo es bastante
común, y por desgracia suele estar relacionado con la violencia machista, donde
el miedo que tiene la mujer hacia su agresor, la dependencia que pueda tener de
él o la opinión de los demás suele llevarla a callarse y continuar con su
sufrimiento en vez de tomar la decisión de romper la relación y, en algunos,
casos a denunciar.
Asumimos que tomamos decisiones racionales, cuando la
realidad suele ser bastante diferente. Así, muchos acaban siendo indecisos e incapaces de elegir por sí
mismos. En estos casos, lo mejor es tomar una decisión y seguir con ella hasta
el final, sin tener en cuenta lo que elija el resto de las personas y
olvidándonos incluso de la existencia de las otras alternativas.
Andrea Ramos Fajín; 1ºA
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