Hoy en día, todos conocen y permanecen en contacto con la realidad de las redes sociales. La inmensa mayoría de nosotros ha entrado en esta suerte de competición que tiene como objetivo tener más "me gusta" o más seguidores, que todo el mundo sepa dónde, cuándo y con quién estás.
Cuanto más gente sepa más sobre tu vida, mejor.
Ahora bien, todos coincidiremos en que no se puede (o, mejor dicho, no se debe) hacer prejuicios sobre la vida de otras personas basándose en lo que suben a sus redes sociales ya que solo muestran
una parte muy pequeña de su vida: la que les interesa que el resto puedan ver.
Pero mi pregunta es, ¿qué ocurre cuando estas personas viven en función de esa pequeña parte, pensando únicamente en su "público"?
Como adolescentes, muchos (o todos) habremos oído algún tipo de comentario acerca de lo "obsesionados" que estamos con nuestros teléfonos móviles. Por supuesto, no le damos importancia a estas observaciones, pero eso no significa que no la tengan. Pensemos en las veces que sentimos la necesidad imperiosa de subir algo en concreto a nuestras redes, nos ponemos nerviosos porque nuestra última publicación no tiene tantos "me gusta" o comentarios como quisiéramos o porque alguna persona no nos sigue o lo ha dejado de hacer.
En 2015, se produjeron más muertes por intentar sacarse una autofoto original que por ataques de tiburones. ¿Es que nuestras prioridades han cambiado hasta el punto de poner las redes sociales por encima de nuestras propias vidas?
Pero, a una escala menos radical, hablo también de cuando hacemos algo a propósito y únicamente para subirlo a las redes sociales.
¿Estamos intentando crearnos una personalidad y una vida artificial? ¿O tenemos realmente el control sobre la influencia que ejercen las redes sociales en nosotros?
Daniel Couso 1ºB
No hay comentarios:
Publicar un comentario