A propósito
de eso que os estaréis preguntado, comienzo este
curso de Filosofía 2018-2019 con un artículo de Manuel Cruz, catedrático de filosofía en la
Universidad de Barcelona.
¡Sed
bienvenidos!
“El
filósofo reflexiona sobre cualquier cosa, pero no de cualquier manera. No
existen temas específicamente filosóficos, sino un tratamiento filosófico de
casi cualquier tema. El filósofo no ve más que los demás, ve lo mismo que todo
el mundo, se maneja, al igual que los demás, con las solas herramientas de su
razón y su palabra, pero posa su mirada en aspectos que al común de la gente,
entretenida en sus afanes y urgencias, le suelen pasar desapercibidos.
En
efecto, todos pensamos, no se puede no pensar. Lo único que está en nuestras
manos es la decisión de hacerlo mejor o peor, por cuenta propia o ajena.
Nuestro mundo por entero está amasado de pensamiento, empastado con una espesa
argamasa de nociones, valores, ideas y supuestos que le conceden su carácter
particular, que provocan que se nos aparezca en la forma en que lo hace, como
cargado de sentido o como perfectamente absurdo. Pero tanto una posibilidad
como otra -como la infinidad de intermedias que se podría plantear- son
declinaciones del pensamiento, derivadas ineludibles de nuestra condición de
seres racionales.
En ese
sentido, la filosofía ha estado siempre en todas partes porque constituye un
elemento básico de lo real. Cuando se dice que hay películas filosóficas,
novelas filosóficas, obras de teatro filosóficas o incluso canciones filosóficas,
no se está describiendo una cualidad sino un grado. La actitud, pongamos por
caso, del que se proclama de vuelta de todo y desdeña con pseudo-argumentos del
tipo: "desengáñate, así funcionan las cosas: todo el mundo va a la
suya" a quienes defienden la importancia de la ética en la vida pública,
responde a un conjunto de convicciones de fondo tan cargadas de valor como las
que afirma despreciar. Lo que le ocurre a semejante individuo es que, tan
vergonzante como ignorante, se niega a reconocer y a defender en voz alta la
naturaleza de los valores que en la práctica ha escogido.
Las
diferencias entre filósofos tienen que ver, en definitiva, con las diferentes
realidades en las que han vivido, desde la de la antigua Grecia a la del mundo
contemporáneo, y con las actitudes que frente a ellas han ido adoptando. Pero
si de todos podemos predicar la común condición de filósofos es porque
comparten la voluntad de protagonizar sus existencias desde un determinado
punto de vista, el de la inteligencia, y de ofrecer a los lectores de sus
textos los materiales para que también puedan hacerlo, esto es, para que puedan
correr la misma aventura.
Probablemente
en el momento actual, en el que la filosofía más institucionalizada, la que se
enseña en institutos y facultades universitarias, está sufriendo los reiterados
ataques de unas autoridades educativas poco merecedoras de dicho, resulte más
conveniente que nunca echar la vista atrás y convocar en nuestra ayuda a
quienes nos precedieron en el uso de la palabra y del pensamiento.
La
lección que extraeremos, es no solo la de lo que podríamos llamar,
parafraseando a Nietzsche, la utilidad de la filosofía para la vida, sino la de
que la filosofía en cuanto tal, el pensar mismo, es una fiesta, un fogonazo de
luz en medio de la cerrada noche de la mediocridad y la ignorancia. Una de las
intensidades mayores que le ha sido dada al ser humano. Sin el menor género de
dudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario