Fue el 22 de junio de 1633 cuando fue obligado a confesar públicamente, ante el tribunal de la Iglesia que lo enjuiciaba, un error que no había cometido: "Yo Galileo Galilei abandono la falsa opinión de que el Sol es el centro (del Universo) y está inmóvil. Abjuro, maldigo y detesto dichos errores". La condena a Galileo por la Iglesia se mantuvo hasta el año 1992, fecha en la que el papa Juan Pablo II lo rehabilitó solemnemente al considerar que ya no era un peligro para la fe.
Galileo es conocido hoy como el creador del método científico ya que cuestionó el argumento de autoridad como fuente de saber al considerar que, las
opiniones más antiguas no pueden ser consideradas mejores por el hecho de ser
antiguas sino por el hecho de que puedan ser sometidas a prueba; por ejemplo, la
hipótesis de que la Tierra y otros planetas giran alrededor del Sol había sido
afirmada antes por Copérnico, animado por las tesis heliocentristas de filósofos griegos como Aristarco de Samos
en el siglo IV d. c. e, pero fue Galileo y también Kepler, quienes establecieron el hecho de que la Tierra y otros planetas giran
alrededor del Sol mediante un nuevo método que combina la observación
experimental y la formulación matemática: el método hipotético-deductivo.
Galileo cuestionó los métodos de origen aristotélico
caracterizados por la inducción simple a partir de generalizaciones que toman
como punto de partida la experiencia corriente. Creía que la naturaleza, siguiendo
la tradición pitagórica y platónica, está escrita en caracteres matemáticos,
por lo que la experiencia requiere la razón matemática para poder ser entendida.
También discutió el método por el que la religión se refería al conocimiento, no tanto
por considerar que era fanatismo, sino por creer que la deducción, como medio
para alcanzar el conocimiento, fracasa cuando existen dudas razonables sobre las premisas, y desde luego, los que creen en la autoridad de los libros
sagrados no admiten ni admitían dudas.
Galileo discutió a
Aristóteles y a las Escrituras, y con ello destruyó todo el edificio del
conocimiento medieval, y ayudó así, a abrir el difícil camino que permite adquirir
un conocimiento seguro y general, en el que hoy todavía nos encontramos. Así
que nuestro homenaje a este gran maestro en este año 2019 que comienza.
Leamos un fragmento de la carta que le escribe Galileo a la Gran Duquesa de Toscana en 1615 en la que manifiesta su postura a favor del sistema copernicano en la disputa con los viejos planteamientos aristotélico-ptolemaicos, y se lamenta, en fin, de que sus oponentes, viéndose vencidos en el campo estrictamente filosófico, recurran a "la autoridad de las Escrituras", con la única intención de desprestigiarlo.
Leamos un fragmento de la carta que le escribe Galileo a la Gran Duquesa de Toscana en 1615 en la que manifiesta su postura a favor del sistema copernicano en la disputa con los viejos planteamientos aristotélico-ptolemaicos, y se lamenta, en fin, de que sus oponentes, viéndose vencidos en el campo estrictamente filosófico, recurran a "la autoridad de las Escrituras", con la única intención de desprestigiarlo.
“Persistiendo, pues,
en su primera decisión de desprestigiarme a mí y a mis cosas por todos los
medios posibles, sabiendo cómo yo en mis trabajos de astronomía y de filosofía
sostengo, sobre la constitución de las partes del mundo, que el Sol, sin
cambiar de lugar, permanece ubicado en el centro de las revoluciones de las
esferas celestes, y que la Tierra que se mueve sobre sí misma, gira en torno a
él; y además oyendo que voy confirmando tal posición, no sólo refutando los
argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino aportando otros muchos en su
contra, y especialmente algunos
referidos a los efectos naturales, cuyas causas tal vez no puedan explicarse de
otra forma, y otros astronómicos, dependientes del conjunto de los recientes
descubrimientos celestes, los cuales claramente refutan el sistema ptolemaico y
concuerdan y confirman admirablemente esta otra posición; y tal vez desconcertados por la reconocida verdad de
otras proposiciones afirmadas por mí, distintas de las comúnmente sostenidas, y
desconfiando ya de defensa, mientras permaneciesen en el campo filosófico, se han decidido a
intentar proteger las falacias de sus
discursos con la capa de una fingida religión y con la autoridad de las Sagradas Escrituras, utilizadas por
ellos, con poca inteligencia, para la refutación de razonamientos ni entendidos
ni conocidos”.
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