La inmortalidad idealizada

El deseo de alcanzar la inmortalidad es algo que se ve reflejado en muchas culturas, tanto actuales como históricas. Sin embargo, ¿es la inmortalidad tan buena como dicen?

Los griegos y romanos veían la inmortalidad como un regalo que podían dar los dioses a aquellos que, gracias a sus méritos en vida se lo merecían. Esta conversión a inmortal era más bien una conversión a un dios, porque el héroe en cuestión se convertía en dios menor de algo, como podemos confirmar con Asclepio, con las excepciones de Hércules y Dionisio, que no se convirtieron en dioses menores. Esta inmortalidad conllevaba poderes y una eterna juventud, que puede sonar bastante bien.

Para los filósofos, la inmortalidad es una vía de escape de los humanos para huir de su miedo y angustia de la muerte. La inmortalidad es una idea que consiste en vivir para siempre, una existencia infinita que es el mayor deseo de la mayoría de los humanos. Este deseo no es meditado por la mayoría de los que lo desean, porque tiene sus inconvenientes. Esta parte mala de la inmortalidad no la tienen en cuenta casi ninguna de las personas que la desean.

El primero de esos inconvenientes es el menor: esa inmortalidad puede convertirse en un constante decrépito, un envejecimiento infinito. Sin embargo, el peor de los inconvenientes es otro. Ver morir a tus seres queridos y tener que ir rehaciendo tu vida cada vez que todas las personas de tu alrededor mueren es un inconveniente bastante importante ¿no? Por algo se dice que un padre nunca debería enterrar a un hijo.

¿Si después de meditar mucho sobre la inmortalidad, sus pros y sus contras, te ofrecieran ese don lo aceptarías? Yo desde luego que no.

                                                                                Samuel López Zotes 1ºB